“Hace muchos años vivía una chica en mi barrio que le decían Pipa. Le decían así porque ese era su apellido. Pero bueno su apodo no viene al caso.
La cuestión es que Pipa era una chica muy buena y muy bonita, pero tenía un problema: no sabía escuchar.
A Pipa le encantaba contar historias pero no le gustaba que nadie hiciera ningún comentario mientras ella hablaba.
Y aunque sus historias eran muy divertidas, sus amigos se empezaron a cansar de escucharla siempre y que ella no los escuchara.
Entonces todos sus amigos se juntaron y se fueron a ver a la bruja del barrio para hacerle una broma que le enseñara que debía escuchar a los demás.
Una de las chicas intentó advertirle lo que le iban a hacer, pero Pipa como siempre no escuchó.
Así que una mañana Pipa se despertó sin poder decir ni una sola palabra. Recién cuando su madre le dijo “Hola” pudo responderle con otro “Hola”.
Cuando se encontró con sus amigos, ellos empezaron a hablarle y ella sólo podía responderlo mismo que le habían dicho.
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